EL KIRCHNERISMO A LA DEFENSIVA

Desde que Kirchner perdió las elecciones de junio de 2009 -a pesar de todas las triquiñuelas que introdujo para ver si lograba evitarlo- trabajó sostenidamente para evitar el ocaso final. Con audacia, pocos prejuicios políticos, escasa ética y sistemático doble discurso, jalonó dicha estrategia con múltiples tácticas orientadas a mostrar que aquella derrota sólo había sido un traspié momentáneo. La frutilla de ese postre es el reciente intento de instalar en la opinión pública la imagen cuán vigoroso se conserva el kirchnerismo, que apunta, decidido, a ganar en la primera vuelta las elecciones presidenciales. “Ya estamos casi en el cuarenta por ciento” difunde gustoso algún consultor bien pago, sin problemas si por ello le crece la nariz.

Sin embargo, la realidad no parece indicar un presente tan luminoso para quienes gobiernan de hace siete años. Cierto es que, enancados en la salida de la crisis económica mundial, y en medidas tanto “heterodoxas” de fomentar el consumo con inflación, como muy “ortodoxas” de anclar y retrasar el tipo de cambio -que habremos de pagar a futuro- han mejorado su imagen positiva ante la sociedad. Así lo revelan las encuestas. También indican dichas muestras que esa mejoría se extiende, aunque en menor medida, a las figuras de Néstor y Cristina. Pero lo que no dicen es que crezcan en su intención de voto; salvo, como dijimos, para los Pinochos oficialistas. No hay medición seria que los ponga por encima del 25-26 por ciento. Si contabilizamos que la sumatoria de los votos del oficialismo en la pasada elección estuvo en alrededor del 30 por ciento, no es difícil concluir que el techo que tienen en la adhesión ciudadana esta allí, firme como rulo de estatua.

La pérdida de apoyo en las clases medias urbanas y rurales, e incluso una cierta penetración de esto en los sectores populares, como hubo oportunidad de ver en el conurbano bonaerense en los pasados comicios, lejos está de revertirse. Y lo peor para el kirchnerismo, es que esto sucede cuando la oposición -por derecha y por izquierda- está todavía en los aprontes, sin opciones seriamente instaladas.

Alguno dijo por allí, sabiamente, que Néstor Kirchner nunca comió vidrio. Y aunque no faltan los ingenuos que piensan que el ex presidente es una especie de Superman -imagen muy trabajada por el propio oficialismo-, es muy claro que el hombre tomó nota de dónde está parado; y en realidad lo que ya está desplegando es una estrategia defensiva, más allá de los versos de lenguaraces como el inefable Aníbal.

¿Sobre qué premisas se asienta esta estrategia y como se manifiesta luego en concreto? En primer lugar en la consideración de que los sectores medios le restaron al kirchnerismo, sin regreso, su apoyo. En segundo término, que el problema para el candidato oficialista no es cómo se puede ganar en primera vuelta, un imposible sin una parte de aquellos, sino de qué manera llega si o si a la segunda aunque, en ésta, esté condenado a la derrota. Si es dudoso el futuro político del kirchnerismo, no llegar a la segunda ronda lo pondría directamente en el arcón de la historia.

Completa estos conceptos, la visión de que en estas condiciones, para no ir de cabeza a un fracaso durísimo, es indispensable tratar de retener el voto de los sectores de menores ingresos. Habida cuenta de que no hay ningún indicio en estos de que estén dispuestos a “dar la vida” por los actuales gobernantes, la clave para aquello es tratar de conservar la lealtad de la mayor porción de justicialismo posible; sin mirar demasiado de quienes se trata, o de lo contrapuesto de algunos de ellos con el discurso filo progre que se utiliza. La necesidad tiene cara de hereje.

Por último, aunque no menos importante, está aquello de que, rota la alianza que supieron tener con el grupo Clarín en sus primeros años, les son ahora indispensables dos cosas: desorganizar ese multimedio y armar un monopolio comunicacional propio que pinte la vida acorde a las necesidades K.

Estas son entonces las ideas fundamentales que guían el actual accionar del kirchnerismo. Y que echan luz sobre cuestiones que algunos años atrás, cuando pensaban en el largo plazo hubieran sido -de suceder-, inexplicables.

Veamos sino algunas de ellas. Cristina Kirchner reprochándole a la clase media que no entiende una sociedad policlasista y se separa de los morochos. Si bien hubo un antecedente de esto cuando Alberto Fernández, en una muestra de lucidez política, trató de estúpidos a los porteños que no habían votado por el oficialismo, esta vez la voz fue nada menos que la de la propia Presidenta. Paralelamente, el Gobierno en pleno diciéndole golpista a la Corte Suprema, por su fallo reponiendo al procurador de Santa Cruz echado porque pretendió investigar el gobierno de Kirchner hace 15 años.

Remachándola, después, con las palabras de Bonafini acerca de los valores morales de los supremos, designados por el propio gobierno apenas unos años atrás. En la misma dirección podemos ubicar la medida de cerrar Fibertel (un millón de abonados y cuatro millones de usuarios, todos de clase media) con difusas explicaciones. O el ataque contra Julio Strassera, por el sólo hecho de que el ex fiscal se posicionó como crítico del Gobierno. E, incluso, la intervención en la CTA atrás de la lista de Yasky y, por sobre todo, la posterior conducta -tras la derrota allí- de conflictuar y también fracturar dicha central.

Sólo una resignación absoluta respecto de las posibilidades de recuperar algo de apoyo en los sectores medios, puede explicar estas acciones.

Paralelo a ello es dable observar un sinfín de operaciones al interior del justicialismo, las que presentan como una muestra de la “muñeca de Néstor”, cuando en realidad era muy difícil de verlas en épocas de fortaleza política. Lavarle la cara a Menem porque les es útil en el Senado; hacer alianza con De la Sota en Córdoba para no mostrar las costillas electorales en dicha provincia; poner a Moyano para disciplinar a los intendentes del Gran Buenos Aires; conflictuar la relación con Scioli dándole aire a otros candidatos a gobernador, a los efectos de buscar retener votos peronistas en el distrito disputados por el PJ disidente. Y, así, sucesivamente.

Sólo una profunda necesidad de conservar una parte importante del justicialismo para sobrevivir, explica estos pasos de Kirchner; que en épocas mejores solía resolver estas cosas de otro modo, obviamente.

En resumidas cuentas, muy lejos el kirchnerismo de ir a la búsqueda -ofensivamente- de ganar en la primera vuelta, tal como quieren hacer creer. Por cierto, lo que hay es una mucho más modesta intención de llegar aceptablemente al final de su mandato y de no hacer un papelón en las presidenciales. Eso es lo que tenemos ante los ojos.

Humberto Tumini - Secretario General del Movimiento Libres del Sur