EL CORAZON CORROMPIDO DE UN MODELO DECADENTE

El asesinato del joven militante Mariano Ferreyra corre el velo progresista con el que el kirchnerismo busca disfrazar un modelo en el que paulatinamente va predominando por sobre sus rasgos rupturistas, la faz continuista de las lógicas neoliberales de las que nunca pudo desprenderse, poniendo en descubierto algunos de los pilares centrales sobre los que está construido y desarrollado.

En el terreno económico
Los voceros del kirchnerismo, desde Néstor y Cristina a todos sus militantes, repiten permanentemente el recuento de los millones de puestos de trabajo que se generaron a lo largo de sus gobiernos. Lo que no cuentan e intentan esconder bajo la alfombra, son los datos que caracterizan la distribución de los ingresos, que durante su misma gestión no cesaron de crecer, produciendo un incremento cercano al 50% en los últimos siete años. En una nota publicada hace menos de un año, decíamos: “Siguiendo a Eduardo Basualdo[1] diremos que la reactivación industrial indujo un importante descenso de la desocupación y una acelerada recomposición del salario real tanto de los trabajadores registrados como de los que están en negro. Que fue consecuencia de una serie de medidas impulsadas por el gobierno de Kirchner como “el aumento del salario mínimo, vital y móvil, la incorporación de los aumentos de salario de suma fija al salario básico, el impulso para que se retomaran las negociaciones colectivas de trabajo, la derogación de la ley Banelco, todas las cuales intentan reordenar el mercado laboral, el aumento de las jubilaciones mínimas, etc…Sin embargo, cuando estas transformaciones en el mercado de trabajo se traducen, sobre la base de las mismas estadísticas en términos de distribución del ingreso, se constata una situación sorprendente que no parece estar en consonancia con esos cambios, y es que la participación de los asalariados en el ingreso en el año 2007(28%) es significativamente inferior al 2001(31%), es decir a la que estaba vigente antes de la crisis de la convertibilidad y la valorización financiera. No deja de ser paradojal que cuando el salario real es equivalente al que regía antes de la crisis de 2002 y la ocupación un 16% superior, la participación de los ingresos sea un 11% mas reducida que la vigente en 2001…es que mientras que el PBI aumentó un 31% entre 2001 y 2007, la masa salarial(equivalente al salario real por la ocupación)lo hizo sólo un 16%” La explicación es que entre esos años el crecimiento de la productividad está muy por encima del aumento del salario real, tendencia que se viene profundizando desde 1976 a la fecha. “…finalizada la valorización financiera y avanzada la transición hacia la definición de un patrón de acumulación alternativo, los trabajadores no han recuperado, a pesar del acelerado crecimiento económico, la participación del ingreso que tenían, no ya en las postrimerías de la etapa de sustitución de importaciones, sino la que alcanzaban en 2001, el año final de la valorización financiera” La políticas gubernamentales de los últimos tres años no han hecho mas que confirmar la continuidad de una situación de profunda y extendida fragmentación de la clase trabajadora, dividida en múltiples fracciones, cuidadosamente segmentadas por una estructura económica, que posibilita que continúe la obtención de ganancias monopólicas extraordinarias, sobre la base una creciente superexplotación de las mayorías. “…categorías de trabajadores, en blanco, en negro, tercerizados, desocupados, subocupados, pobres e indigentes que en muchas ocasiones se superponen entre sí porque, en conjunto, no solo identifican circunstancias laborales distintas, sino condiciones de existencia marcadamente diferentes...” [2] La industrialización promovida por el gobierno kirchnerista, si bien en parte apuntó a subsanar algunas de estas insuficiencias, en líneas generales se asienta mucho mas en el aprovechamiento de las carencias y las dificultades que arrastran los trabajadores, desde las transformaciones regresivas producidas en los ‘90.
La persistencia de esta realidad confirmada por todas las estadísticas existentes, entre las que se cuentan las de la oficialista consultora Equis: “el grupo de asalariados precarios, cada vez más numeroso, se enfrenta a una situación caracterizada por la inestabilidad y la flexibilidad. Por un lado, no tiene garantizada su permanencia en el mercado laboral. Por otro, los ingresos que percibe son muy variables y sensiblemente inferiores a los de los trabajadores protegidos, brecha que se amplía con el correr de los años. Este cuadro no se modifica cuando se tienen en cuenta las distintas ramas económicas, en las cuales se verifican con diferente intensidad las mismas tendencias que en el conjunto de la economía”. Mientras que “… las últimas cifras del INDEC marcan que más de 4 millones de trabajadores o el 36,5% de los asalariados se desempeña “en negro”. Es un porcentaje similar al que existía a fines de los 90 y en 2001
[3].
Claramente estamos ante la existencia de una versión agiornada del ejército industrial de reserva. La masa de millones de trabajadores que revistan en diversas situaciones de precariedad, son una exhibición obscena puesta intencionadamente delante de las narices de los trabajadores ocupados a modo de escarmiento anticipado. Ya sea en sus propios lugares de trabajo a través de la presencia de tercerizados como el caso de los ferroviarios, o el de los contratados precarizados por el estado, todos los cuales cobran sueldos mucho más bajos que los trabajadores “de planta” o “en blanco”, aun haciendo tareas iguales. O en los barrios donde residen, con los vecinos desocupados, o los “ocupados” en planes asistenciales, como “Argentina Trabaja”, todos los cuales intentan ser un poderoso disuasorio a cualquier idea de generar algún conflicto para buscar mejoras salariales y/o en las condiciones de trabajo. El discurso kirchnerista que pretende dibujar un avance constante hacia el pleno empleo, es en realidad una burda caricatura, que desea ocultar la apropiación hiperconcentrada de los enormes recursos que ingresaron al país en los últimos años. El crecimiento desproporcionadamente pequeño de la masa salarial en relación al incremento del PBI, es redistribuida a su vez de una manera visiblemente injusta, buscando de esta manera enfrentar entre sí a los diferentes sectores de los trabajadores y los sectores populares, sacando del centro de la escena a los beneficiarios de este reparto inequitativo, que son los grupos monopólicos que crecen sin cesar desde la dictadura y el menemismo, al igual que en la actualidad. La misma redistribución injusta transcurre entre los jubilados. Aquí también el gobierno reitera el discurso progresista aludiendo a los aumentos otorgados a la remuneración mínima, a los millones de nuevos incorporados al sistema, y a la ley de movilidad automática. Sin embargo si analizamos los porcentajes de recursos del presupuesto público involucrados para pagar las jubilaciones, observamos que éstos no han crecido significativamente, porque una porción importante de los aumentos a la mínima, y las nuevas jubilaciones, se pagan con la disminución de las jubilaciones que tenían antes ingresos medios. Es así que actualmente mas el 70% de los jubilados cobra la mínima, y es a ellos –no a los muy pocos que tienen jubilaciones altas- a los que se le negó la posibilidad de cobrar una retribución digna, cuando la presidenta vetó la ley del 82% móvil.

El gobierno y la burocracia sindical
La burocracia sindical representada en la CGT es uno de los puntales fundamentales en los que se asienta este modelo. Desde el mismo “modelo sindical” que niega cualquier posibilidad de reconocimiento como trabajadores, a los desocupados, precarizados, pequeños monotributistas y cooperativistas, o cualquier otra forma en la que se fueron reubicando los millones de compatriotas que sólo cuentan con su fuerza de trabajo para subsistir. Hasta la complicidad manifiesta con las patronales, expresada en la asociación de sus dirigentes más notorios en los negocios y negociados escandalosos, que los convierten en representantes multimillonarios de trabajadores pobres. Al igual que la corporación política de los partidos tradicionales, que comparte los negocios de los grupos monopólicos a los que defiende, ya no sólo porque pueda estar convencida que no hay otro camino posible, sino porque ahora también salvaguarda las propias ganancias monetarias que recibe. Ésta dirigencia sindical, que en su conformación sigue los lineamientos básicos del “sindicalismo empresario”, con sus acciones busca ante todo proteger sus cuantiosos dividendos. De allí la agresividad con la que rechaza la posibilidad de que se le otorgue la personería a la CTA, o el impulso a las bandas de matones armados que despliega, cada vez que surge una militancia sindical que le cuestiona desde la lucha, la representatividad de las bases.
Hay una larga tradición del sindicalismo burocrático que abona ésa manera de accionar, como así también una extensa historia de los trabajadores que se organizan para disputarle.
Pero, ¿cuál es la política que en este andarivel orienta los pasos del gobierno supuestamente progresista de Néstor y Cristina? Por un lado, negativa cerrada a otorgarle personería a la CTA, lo que obviamente está en línea con la complicidad y acuerdo de la dirigencia de la CGT con el modelo de acumulación que prevalece. Por otro lado, ¿tiene algún significado, aunque más no sea simbólico –pero no por eso menos importante- que hace pocos días la presidenta se haya puesto en público la camiseta de la recientemente relanzada Juventud Sindical Peronista? Hace cuarenta años la JSP, impulsada por las 62 Organizaciones, fue uno los grupos de choque de la derecha peronista, que actuaba no sólo al interior de su movimiento ni únicamente en el ámbito sindical. Estaba organizada para atacar a los militantes de izquierda, de cualquier procedencia. Particularmente en el ámbito estudiantil universitario participaba cumpliendo ésta función, mediante patotas organizadas, y en el ámbito sindical delatando ante las patronales y la policía, a los militantes combativos, datos que en los tiempos inmediatos posteriores tuvieron las consecuencias trágicas conocidas.
No estamos diciendo que el gobierno de Cristina directamente organiza y planifica las patotas sindicales que hacen el trabajo represivo –que ahora significa también matar – requerido por los monopolios, para mantener en orden a los que se quieren rebelar contra éste modelo de fragmentación estructural de la fuerza de trabajo. Pero es absolutamente claro que sus ideólogos se sienten autorizados a avanzar en la consecución de sus objetivos cuando la presidenta se calza su camiseta. Igualmente los intendentes justicialistas del conurbano se sienten avalados para perseguir y reprimir a los Movimientos Sociales y partidos opositores, cuando el Presidente del PJ y la propia presidenta van a los municipios y llama “compañeros de toda la vida” a estos nefastos personajes, algunos de los cuales, no sólo son ex-soldados menemistas, sino que en tiempos de su juventud, también fueron colaboradores de la dictadura, y hoy son los jefes del narcotráfico y la trata de personas en sus propios distritos.

Con Scioli y Moyano
Releyendo algunos párrafos de tu última respuesta, estimado Horacio, (febrero 2009), vos hacías alusión a la tensión al interior del peronismo en la época del pacto Perón-Frondizi, “entre la esfera política –la lucha democrática del peronismo para ampliar la participación electoral genuina- y la cuestión económica –la necesidad de proponer y modernizar fuerzas productivas con inversiones internacionales- no pudieron conjugarse” . Llevándola a la etapa actual decías “El ciclo de los gobiernos Kirchner puede dejarnos entrever la misma escisión, de apariencia irresoluble, entre el campo ético-político y el económico-modernizante…
El partido justicialista, evidentemente, es una figura pensionista de la historia. Si en vida de Perón fue menospreciado por su propio creador, que le interesaban otros procedimientos totalizadores, ahora no es sino un remedo de un remedo, una caricatura al cuadrado, un pellejo vacío de contenido que sería mejor, es claro, dejar en el desván de la historia para el estudio de los arqueólogos del futuro. ¿Y entonces? Si como parece, Kirchner debe basarse en estas fuerzas ante la próxima coyuntura electoral, se abren dos caminos posibles: que un pasable papel electoral del gobierno, “salvando las papas”, deje el futuro inmediato y mediato en manos de una coalición de “barones” –como se dice- al estilo del partido justicialista –no, no son los personajes de las novelas de caballería sino de la novelería trivial de nuestros días- o que saliendo de este período de extremos sobresaltos pueda reponerse una orientación gubernamental más aliviada de esos lastres, como aquella que, aunque problemática, los contaba también a ustedes como parte de la discusión común. Es un camino de cornisa, un aterrizaje de emergencia en el Río Hudson. ¿Será posible, como decía el Eternauta? Lo otro –lo otro de lo que significaría explorar este pequeño resquicio de la historia-, implicaría dejar el país en manos de una mediocridad previsible, con restauradores de las leyes pontificando –y ejecutando- sus abluciones envidiosas, seguidistas y desvitalizadas desde la televisión de la noche.”
[4]
El problema no era un aterrizaje de emergencia, sino que abordó una nave que no depende de la habilidad del piloto para ser conducida a una u otra estación. La nave del PJ tiene autonomía, y hace muchos años ha dejado de ser “un pellejo vacío”, sus comandos están dirigidos por los enemigos del pueblo, que llevaron al kirchnerismo a una estación de la que ya no pudo salir mas. Vanos y superficiales intentos por salir de allí, realizando saltos que levantaron mucha polvareda (ley de medios, nacionalizaciones varias, estatización de las AFJP, asignación por hijo, etc.). Pero cuando meses después el polvo bajó, se dieron cuenta que no habían levantado vuelo, y que estaban casi en el mismo lugar al que habían llegado el 28 de junio. En todo sentido, no sólo en el de la raquítica consideración popular, sino también en la estructura económica del modelo que posibilita que los grupos enriquecidos en los noventa, sigan acumulando en la misma proporción que entonces, mientras que varios millones de compatriotas que en el 2001 llegaron a convivir cotidianamente con el hambre, hoy apenas pueden computar que han salido de ésa amenaza permanente, pero que no están en condiciones de pensar en construir su propio destino mediante al acceso a un trabajo digno y estable.
En el artículo que escribiste en el día de ayer en el diario Página 12, decís: “Este asesinato del joven militante es pues una cuestión de Estado. Exige conductas consonantes con la gravedad que esto implica. Un manto aciago vuelve a formarse sobre los estamentos y estructuras institucionales del país. No se había disipado enteramente. Es incompatible con cualquiera de los nombres, derivados y profundizaciones que queramos para la democracia. Es urgente remontar el camino que nos ha llevado al desmantelamiento del ferrocarril, crimen cultural ostensible. Pero es doloroso comprobar que si una muerte ilumina nuevamente esa grave falla de las políticas públicas, asalta nuestra conciencia la idea de que ninguna muerte debería ser necesaria para darnos cuenta de lo que abundantemente se sabe. ¿Qué se espera? ¿Qué esperamos para torcer estos infaustos destinos?”
[5]
Horacio, hay alguien allí, al interior de éste gobierno, ¿Qué quiere “torcer estos infaustos destinos”.? ¿Quedan resabios de algún debate sobre la necesidad de cambiar de nave, de buscar algún atajo para intentar salir de esa estación en la que están anclados? ¿Queda alguien que desde concepciones progresistas piensa que éste “es un gobierno en disputa” y cree que tiene alguna posibilidad de matizar con alguna propuesta? Desde afuera del gobierno sólo escuchamos debates sobre encuestas, espurias disputas sobre candidatos impensados para defender la continuidad del modelo, desesperación por el posible salto de algún gobernador con imagen defendida en todos estos años por el poder mediático enemigo del gobierno, declaraciones de fidelidad de parte de los Kirchner hacia una dirigencia sindical cada vez mas asentada en su poderoso aparato económico y no en la legitimación de la representación de sus bases.
Es imposible conjugar la idea que el kirchnerismo es una opción para construir un proyecto progresista, nacional y popular, con la evidencia de que su continuidad depende de la posibilidad de alguna negociación que le permita retener a Scioli -¡a Scioli, dependen de Scioli!-, y de las concesiones necesarias para mantener el apoyo de los barones del conurbano y de esta CGT de sindicalistas empresarios.
Como decíamos ayer –desde el Movimiento Federal en el siglo XIX, al yrigoyenismo y el peronismo en el siglo pasado- buscar fortalecer el proyecto nacional evitando confrontar con la derecha liberal, e incorporando para debilitarla, personajes provenientes de ese espacio, les alfombra el camino por el que indefectiblemente llegarán para tomar la conducción en sus manos, vaciándolo de todo contenido popular..
Horacio, las luchas sociales y políticas desde los sectores mas progresistas, desde y por los trabajadores y el pueblo, transcurren por fuera del kirchnerismo, y en más de una situación, van en contra de las políticas del gobierno. El campo popular lejos de refugiarse en posiciones conservadoras, de manifestar rechazo o temor ante la perspectiva de profundizar cambios más progresivos, avala las propuestas que se van posicionando por izquierda. Claramente la derecha percibe esta situación y carga contra el gobierno buscando golpearlo por izquierda, encubriendo sus verdaderas intenciones.
Las declaraciones de la presidenta después de la muerte de Mariano Ferreyra, buscando dividir responsabilidades entre los asesinos y las víctimas –aludió a la toma del Ministerio de Educación por parte de los estudiantes, como un hecho de violencia igualmente repudiable- no son alentadoras, no van en la dirección que reclama tu nota. Difícilmente la investigación en curso trascienda el encarcelamiento de los autores materiales y de algún dirigente sindical impresentable, como sucede con el escándalo de la mafia de los medicamentos. Pero en ningún caso el kirchnerismo buscará “…poder renovar la vida política con una cuota excepcional de esfuerzos…”
[6]
“…los bergantines de las pintarrajeadas derechas del país y sus alrededores…”[7]están también alojados en el corazón del kirchnerismo, se han apropiado definitivamente de él, y lo conducen por un camino que no tiene retorno.

Isaac Yuyo Rudnik

[1] En “Los condicionantes de la crisis en América Latina” Enrique Arceo y Eduardo Basualdo
[2] ídem
[3] Ismael Bermúdez, Clarín, 22/10/10
[4] Horacio González, Respuesta a Yuyo Rudnik. Febrero 2009.
[5] Horacio González, Historia Crimnal, Diario Página12. 22/10/2010
[6] Historia Criminal. Diario Página12, 22/10/10
[7] Respuesta a Yuyo Rudnik, febrero 2009.