El trabajo recopila cartas
intercambiadas por el director de la
BN , Horacio González, y el dirigente de Libres del Sur Isaac
“Yuyo” Rudnik. Respecto de la coyuntura, ambos privilegian “la búsqueda de la
continuidad de objetivos comunes, más allá de las diferencias actuales”.
Por Silvina Friera (Página 12)
La disposición al diálogo y a la
esperanza, más allá de las zonas de alta fricción, es una práctica abierta a
las transformaciones de la “lengua movilizadora”. En la Feria del Libro –que nunca
fue ni será un escenario neutral, ni esa especie de torre de marfil que algunos
postulan con notable ingenuidad– se presentó ¿Cómo juzgar al kirchnerismo?
(Nuestra América), que recopila las cartas que han intercambiado, desde fines
de 2008 hasta la actualidad, Horacio González, el director de la Biblioteca Nacional
(BN), y el dirigente del Movimiento Libres del Sur, Isaac “Yuyo” Rudnik. El
militante formó parte del proceso político iniciado en el país en 2003 hasta
2008, cuando empezó a polemizar sobre “las acciones y omisiones del gobierno
kirchnerista” y, junto a la organización que integra, decidió retirarse porque
“se habían agotado” las capacidades transformadoras. Conviene leer
minuciosamente las nueve cartas de este libro “escrito a cuatro manos” por dos
intelectuales que admiten un “horizonte político de reconocible complejidad y
también de fuerte potencialidad”, como advierte González en uno de los
prólogos.
Rudnik, en su prólogo titulado
“Corriendo detrás de la utopía” –una referencia a la famosa frase de Eduardo
Galeano–, plantea que la discusión entablada con González “tiene como contenido
esencial la búsqueda de la continuidad de objetivos comunes, más allá de las
diferencias actuales”. En una de las cartas, el dirigente de Libres del Sur,
fuerza que se incorporó al Frente Amplio Progresista (FAP), aclara que “no
estamos diciendo que el kirchnerismo es igual al menemismo”. Comprende, con
sólo repasar el contexto nacional y regional, que el eje no pasó ni pasa por
regresar a los ‘90. Su objeción radica, según él, en el estancamiento de las
transformaciones progresistas. Mientras se inscribe en los “duros meses de
lucha” que compartió defendiendo el proyecto de las retenciones móviles –allá
por 2008– y recuerda que apoyó la expropiación de Aerolíneas Argentinas y la
estatización del sistema de jubilaciones, en ese primer texto, dirigido a “los
compañeros y compañeras de Carta Abierta”, subraya que “hay que denunciar sin
concesiones el veto de la ley de glaciares, el blanqueo de capitales y la
insuficiencia de las políticas redistributivas”.
Hay un humus, un pasado
compartido. Pero también un punto de inflexión o un nudo a desatar. “El nombre
de YPF y Malvinas forman parte de la misma experiencia democratizadora: tener
que precisar de qué modo la
Argentina construye derechos internos que le permitan tener
más elementos y herramientas políticas –dijo González durante la presentación
del libro–. Los argumentos no nacen de un simple nacionalismo que adquirimos
para siempre de una manera inmóvil. En este momento –agregó el director de la BN –, el libro hace un gran ofrecimiento:
la posibilidad de desatar muchos nudos, aunque seamos pocos o comiencen en
reuniones como éstas. Y desatar esos nudos –continuó– significa poner en juego
nuestras identidades.” Aunque no concuerde con aquellos que ven la experiencia
kirchnerista lacrada “en un contenido de derecha, menemista o amenazadora hacia
la movilización social”, González asumió que “acepta de buen grado los
argumentos sobre lo que falta”. “No pienso en una idea lineal de la historia,
pero tampoco pienso en una idea de las facilidades con las que cualquier grupo
político convierte las identidades. La identidad peronista sigue existiendo, la
identidad comunista también. La pregunta es qué hacemos con esas identidades.
¿Qué hacen las izquierdas en los gobiernos populares que tienen vaivenes de
todo tipo? La medida de YPF es una gran medida emancipatoria que será parte de
una discusión social más amplia. Yo soy partidario de un texto colectivo que
incluya cosas que ni imaginamos.”
Rudnik, director del Isepci
(Instituto de Investigación Social, Económica, Política y Ciudadana), ponderó
que “hay un avance importante en la estatización de YPF”. “Si abro la discusión
al conjunto del campo popular, y transparento y publicito cada uno de los pasos
que voy a dar con YPF, obviamente lo que va a suceder es lo que dice Horacio:
se va a generar un espacio de debate y participación que va a actuar como
control de la dirección que va a traer esta recuperación de YPF.” El dirigente
de Libres del Sur recogió el guante sobre la cuestión de las identidades. “El
primer problema es la metodología sobre la que se construye; la clave está en
la relación con los sectores sociales. Si construimos una organización que
dispute en los ámbitos de los escritorios, si decide sobre la base de la
voluntad de unos pocos militantes o de unos pocos dirigentes, obviamente tiene
una debilidad congénita –argumentó Rudnik–. La única garantía de que lo que
construyamos sea duradero, verdadero y representativo en el tiempo es la
relación estrecha y genuina con los sectores populares. Creo que la conducción
del kirchnerismo mostró los mayores límites, aun hoy cuando está desarrollando,
con mucha energía, una construcción alternativa al Partido Justicialista.”
“La realidad es más vivaz que
muchos de nuestros pensamientos”, dice González en una de las cartas incluidas
en ¿Cómo juzgar al kirchnerismo? La cita podría calzar como anillo al dedo una
de las reflexiones del director de la
BN. En el stand de Presidencia de la Nación de esta edición de la Feria del Libro está la figura
de Milcíades Peña. ¿Cómo interpretar esta inclusión? Una conjetura podría
esgrimir que el Gobierno habría reconocido que hay que seguir el camino de
Milcíades Peña. “Eso me parece inquietante e interesante”, reconoció. “Cuando
un Estado toma grandes figuras, puede correr el riesgo, sin quererlo, de
congelar tanto a un (Arturo) Jauretche como a un Milcíades Peña.” El debate
continuará...