LA ESCUELA: OTRA VEZ SE CONFUNDEN VICTIMA Y VICTIMARIO

Días atrás un niño y una madre golpearon al director de una escuela secundaria en la localidad bonaerense de Pergamino. Luego, los docentes convocaron a un paro docente repudiando el hecho. Desde el Instituto de Investigación Social, Económico, Político y Ciudadano (ISEPCi), que integra el Consejo local de la Niñez, entendemos que la violencia está en la sociedad y, por lo tanto, en la escuela. Sin embargo, creemos que en la escuela adquiere una significación más compleja y particular.
En ese marco, nos preguntamos: ¿Quiénes están en riesgo? ¿Quiénes son víctimas en esta sociedad?
Pensemos la escuela como una construcción social, ya que consideramos que no está escindida de la sociedad. La escuela es parte de una sociedad en la que el modelo capitalista nos ha llevado a generar valores totalmente individualistas, mezquinos; en donde vale más el tener que el ser, una sociedad en donde el “vivir bien” se relaciona con la acumulación de bienes materiales. En este sentido, sólo podemos decir que “vive bien” un sector privilegiado de esta sociedad, mientras que el resto emerge con violencia generada por el mismo modelo que excluye:
¿Para quiénes estamos educando? ¿Quiénes son nuestros alumnos? ¿Quiénes nuestra comunidad? ¿Qué representaciones tienen de la escuela? ¿Cuánto de este modelo inhumano ha reproducido y reproduce hoy la escuela?
- Un niño y una madre, pobres, vulnerados en sus derechos a la vivienda, al alimento, a la salud, a la contención, violentados por la exclusión social, acuñando la cultura de la violencia casi como un destino inexorable, reaccionan ante “El Estado” en la figura del director de escuela.
- Un docente asumiendo la conducción de una escuela en condiciones deficitarias, desarrollando su trabajo sin las herramientas adecuadas, dentro de un sistema educativo que “se define inclusivo” pero que no invierte en políticas que materialicen esa inclusión.
En ese contexto, volvemos a preguntarnos: ¿Quiénes son victimas? ¿Uno u otros? Otra vez el modelo nos pone en veredas enfrentadas. Crea dicotomías. Intenta simplificar la ecuación. El modelo crea Injusticia. Desigualdad. Indudablemente es injusto poner en ese lugar sólo al que recibió los golpes físicos. ¿Quiénes están quedando afuera? ¿De quiénes no se habla?
El Estado, a través de la escuela tiene una responsabilidad irrenunciable: Garantizar el derecho a la educación de absolutamente todos los ciudadanos.
Sabemos que esto no ocurre. Basta con ver las cifras alarmantes de abandono escolar tras años de ausentismo y repitencias reiteradas. ¿Es que el fracaso escolar no cuenta a la hora de pensar la violencia? ¿Quiénes fracasan? ¿Los niños? ¿La escuela? ¿De quiénes es el fracaso?
¿Asegura el Estado que se formen los docentes en esta perspectiva de derechos? Hay leyes que así lo indican: las Leyes provinciales Nº 13.688 y Nº 13.298, ¿Pero, se implementan? ¿Se exigen? ¿Se puede exigir aquello que se desconoce?
¿Qué políticas públicas hay pensadas para transformar la escuela hacia los postulados de estas leyes? ¿Cuáles son las condiciones laborales? ¿Hay equipos interdisciplinarios suficientes? ¿Hay capacitación adecuada? ¿Hay trabajo en red? ¿Hay condiciones para flexibilizar dispositivos educativos para dar lugar a la inclusión?
En todo el sistema educativo (tanto arriba como en la base) hay adultos partidarios de la mano dura, de la lógica de premios y castigos, convencidos de que la escuela no es para todos y que los que no quieren estudiar no tendrían que ir a la escuela a molestar.
Esta es una concepción que se ha puesto de manifiesto ante el episodio del director golpeado y podemos verla en el discurso instalado, el discurso mediatizado: “Ese niño debe ser expulsado del colegio, no debería estar en la escuela”, o bien “con esa madre qué queres”.
¿La escuela reproduce ese discurso? Vemos que sí. No se problematiza, se anuncia, se coloca el problema afuera, se instala la queja, se cristaliza así una de nuestras mayores responsabilidades: La de dar oportunidades.
¿Dónde debería estar ese niño si no es en la escuela?
Es invisible el efecto expulsivo de la escuela pero impacta en la subjetividad, genera violencia. ¿Quiénes deben revertirlo? ¿Está sólo en manos de los docentes? Seguramente las respuestas no son lineales, pero hay que asumir la estigmatización que sufren los adolescentes, puestos frecuentemente como victimarios de los docentes.
La violencia de los adolescentes es reflejo de la violencia de los adultos hacia ellos, en la medida en que no se los ve como sujetos de derecho y no se les brinda una enseñanza inclusiva, un reconocimiento y puesta en valor de su diversidad. Una propuesta educativa pensada especialmente para brindar educación aún en las situaciones de vulnerabilidad terrible en la que viven. Las instituciones y el sistema educativo en general, o sea el Estado, ejercen violencia en la medida en que no gestionan esto: La perspectiva de derechos de los niños. La escuela fracasa en su “para todos” y como ámbito de formación ciudadana.
Las victimas y los victimarios pueden ser coyunturales, emergentes, pero lo que hay que ver en profundidad son los “ESTRUCTURALES”.
Crear soluciones para problemas que configura el mismo sistema, el mismo modelo agotado de sociedad, es metástasis. Es matar de a poco. Es una forma de agonía lenta. Es una mentira que parece que quiere entretenernos en el mientras tanto, en el mientras vivimos.
Las víctimas estructurales de un modelo que no garantiza derechos no pueden ser confundidos con los victimarios. Éstos son siempre entelequias llamadas “estado”, “sistema” y es hora de ponerles nombre y apellido.

Ana Ramos - Liz Vargas

Integrantes del Instituto de Investigación Social, Económico, Político y Ciudadano en el Movimiento Libres del Sur y del Consejo Local de la Niñez, docentes y directoras de escuelas de La Plata

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