LA POTENCIALIDAD DE LAS FUERZAS POPULARES Y PROGRESISTAS


Hace casi dos años el oficialismo, buscando un triunfo de Néstor Kirchner en las elecciones legislativas, se arrogaba la representación de las fuerzas progresistas en el país. “A la izquierda del gobierno solo está la pared” argumentaban, presentando esta supuesta realidad como la consecuencia lógica de su modelo “nacional y popular”.

La verdad era bastante distante del discurso. Más allá de algunas medidas que podían merecer la aprobación de quienes pretendemos un país justo, lo cierto es que el kirchnerismo no había tocado hasta ese entonces lo esencial de la concentración económica y de la riqueza, se apoyaba casi en exclusividad en el PJ y la burocracia sindical tradicional, y no se diferenciaba demasiado del menemismo en cuanto a funcionarios que se enriquecían con la gestión pública. Todo ello es lo que había motivado allá por finales del 2008 la retirada de Libres del Sur del gobierno.
Como la única verdad es la realidad, lo concreto es que en esos comicios no solo perdió Kirchner en la provincia de Buenos Aires, sino que un millón de argentinos y argentinas le dieron sus votos a las opciones progresistas que se presentaron (más allá del devenir posterior de algún candidato, como Sabbatella). No era cierto que en la sociedad no existía un espacio político, ya de cierta magnitud, que cuestionaba desde la izquierda el falso progresismo K.
Fueron pasando los meses, y en octubre pasado murió el ex presidente. Ese hecho, sumado a la notable mejora de la situación económica (producto en esencia de la salida de la crisis mundial), le dio nuevamente un empuje a la imagen pública del gobierno y la presidenta. Retomaron entonces el falaz discurso en que se auto adjudican la propiedad de las ideas y las acciones populares y progresistas; sin que nada distinto haya bajo el sol K de dos años a esta parte. Por supuesto que para que no suene a verso, hacen todo por esconder al PJ y la burocracia sindical de su armado político-electoral; y hasta intentan hacer creer que tienen un conflicto con ellos que va más allá de la mera disputa de cargos. ¿El objetivo de dichas maniobras? Como siempre, descalificar a todo lo que se le opone desde su izquierda.
Paralelamente, y en el mismo sentido, opera la otra pata del bipartidismo: la UCR. Aprovechando la imagen agradable de Ricardo Alfonsín, de meses a esta parte han venido pregonando que su objetivo es constituir para las próximas presidenciales un “frente progresista”; convocando para ello a fuerzas como el Partido Socialista, el GEN y llegando incluso hasta Proyecto Sur. Por cierto, como se ve, también los radicales andan viendo la manera de capitalizar el consenso que tienen en la sociedad por estos días, las ideas de izquierda y centroizquierda. Pero poco duró la maniobra distractiva. Al bajarse Macri de las presidenciales mostraron la hilacha y avanzaron sin demasiados pruritos a buscar los votos de aquel, vía una alianza con De Narváez. Evidenciaron así, otra vez y más allá del discurso, el poco asco que le hacen desde el centenario partido a la derecha. Eso sí, lo dibujan al estilo kirchnerista: “el acuerdo con el Colorado es provincial, a nivel nacional seguimos firmes con la propuesta programática progre”, argumentan. Graciosos los bisnietos de Alem.
No obstante, lo que no han podido evitar ni el gobierno ni la UCR con su doble discurso y sus mentiritas, es el crecimiento de las fuerzas progresistas. Por primera vez desde la recuperación de la democracia en 1983, estas van a la disputa del gobierno -con fuertes posibilidades de lograrlo- en tres de los cuatro principales distritos del país, que tienen elecciones anticipadas. Con Luis Juez en Córdoba, los Socialistas en Santa Fe y Pino Solanas en la Ciudad de Buenos Aires, se abren posibilidades concretas de que expresiones por fuera de los partidos tradicionales gobiernen sobre casi el 30% del electorado nacional. Un hecho potente e inédito, que refleja que a la izquierda del gobierno kirchnerista -y del radicalismo- no está solo “la pared”, como gustan interesadamente decir.
Más aún, seguramente las fuerzas populares presentaremos también en los próximos comicios una opción electoral que le dé batalla al bipartidismo, tanto en las presidenciales como en la estratégica provincia de Buenos Aires. Sentando así las bases, junto a lo que se acumule en los distritos mencionados, para la construcción en los próximos cuatro años de una alternativa política que busque decididamente el gobierno en el 2015. Esta nación se merece un Proyecto Emancipador, nacional, popular, democrático y participativo en serio.
HUMBERTO TUMINI
MOVIMIENTO LIBRES DEL SUR