Aunque el gorila se vista de vaca, gorila queda


Dicen que son mansos, como las vaquitas que pueblan nuestras praderas. Dicen que de ninguna manera quieren voltear al gobierno democráticamente elegido, ni siquiera condicionarlo. Dicen que así como los nobles cuadrúpedos nos proveen de manera desinteresada de leche, carne, cuero y sebo, ellos quieren producir para el engrandecimiento de la patria.

Sin embargo, debajo del albinegro disfraz de holando argentina asoma un simiesco pelambre bien conocido por el pueblo argentino. Son gorilas.

Para muestra bastan algunos botones:

Solito y en evidente orsai quedó Buzzi cuando erráticamente intentó que la “buena gente” que se congregó el 25 de mayo junto al monumento a la bandera lo acompañara coreando la consigna “madres de la plaza el pueblo las abraza”.

Mucha mejor suerte corrió el intendente de Armstrong cuando, días después, a voz en cuello emuló abiertamente al dictador Galtieri, arrancando una fervorosa ovación del público presente. Un lapsus, dijeron.

También atribuyeron a los vericuetos del inconsciente las manifestaciones acerca de las diferencias de color y calidad entre los piquetes de antes (negros y malos) y los de ahora (blancos y buenos), las afirmaciones de que Cristina y Néstor son obstáculos para el desarrollo del país, las declaraciones sobre “enseñar a legislar” a Diputados y Senadores y aquellas que aseguraron la necesidad de “disolver el Congreso” si es que no se vota como ellos quieren. Se les chispoteó, dicen.

Pero no. La verdad es que no son los nobles rumiantes de la pradera. Son gorilas. Son los mismos que en 1902, con don Ezequiel Ramos Mejía a la cabeza, pedían que Argentina fuera la “mejor colonia” de Inglaterra. Son los que alentaron las masacres de peones rurales. Son los del pacto Roca-Runciman. Son los de la Unión Democrática y el golpe del 55. Son los que pusieron a Martínez de Hoz al frente del ministerio de economía de la dictadura del 76.

Son ellos los que hoy intentan impedir que se asuma como válido que el Estado Nacional tiene derecho a captar parte de la renta extraordinaria que produce la explotación de nuestros recursos naturales para garantizar una mejor distribución del ingreso y para desacoplar al mercado interno de los vaivenes de los precios internacionales de los alimentos.

Existen, en el variopinto mapa del campo popular, diferentes valoraciones alrededor de los límites y alcances del actual gobierno de Cristina Fernández y del anterior de Néstor Kirchner. Válido y legítimo es que así sea. De una necesaria honestidad política es que estas diferencias se expresen públicamente. Pero en esta coyuntura la situación es clara. Enfrente están los enemigos históricos del pueblo y hay una sola forma de darles batalla, unidos y en la calle.

Pablo Crisóstomo

Movimiento LIBRES DEL SUR La PLata