El pato de la boda

En las últimas semanas asistimos, en torno al conflicto agropecuario, a numerosas situaciones que van desde la disputa del espacio público hasta el nefasto derroche de alimentos a los costados de las rutas.

Vimos, leímos y escuchamos como los mismos medios periodísticos y sectores políticos que en su momento demonizaron y pidieron mano dura para los piquetes con los que nos dimos a conocer muchas organizaciones sociales, hoy hacían mutis por el foro ante los piquetes de la abundancia.

Vivimos el principio de un desabastecimiento masivo y el consiguiente aumento de precios que hizo que algunos sectores de la sociedad dejaran de ver con simpatía las medidas de fuerza de los dueños de la tierra de este país.

Pero hoy, mientras el abastecimiento volvió a sus niveles normales algunos precios parecen no “querer” volver a los valores anteriores al 11 de marzo.

Así como los grandes grupos económicos del campo (lamentablemente usando a los pequeños productores, a los que tantas tierras les arrebataron, como fuerza de choque) disputan por una porción de las ganancias extraordinarias que según ellos se les expropia, hoy los grandes grupos económicos formadores de precios (que mucho tienen en común con los primeros… a veces hasta el nombre) quieren pescar en el río revuelto y aumentar sus también extraordinarias ganancias a raíz de esta situación.

Muchos predicadores del libre mercado nos llenaron los oídos durante años con la cancioncita de que los precios se rigen por el equilibrio entre la oferta y la demanda. Pero ahora que la oferta vuelve a sus valores previos los precios no bajan ¿acaso la mano invisible del mercado solo aparece para remarcar precios?

Pero lo mas grave es que al final de cuentas los que pagamos el pato de la boda somos los sectores populares.

Las azotadoras de cacerolas de teflón y bandejas de plata seguramente no sufrirán demasiado los aumentos mientras que cada centavo de aumento restringe sustancialmente la dieta (en cantidad y calidad) de los sectores más humildes y de las clases medias bajas de este país.

Ahora que el debate sobre la redistribución de la riqueza esta en el tapete debemos plantear, para que esta pase de las palabras a los hechos, un real control de precios, entre otras medidas.

¿Cómo puede ser que en Venezuela, productor de petróleo ante todo (con precios al alza igual que la soja) este sea barato para los venezolanos, mientras que en nuestro país que produce alimentos para 300 millones, estos están cada vez mas lejos del alcance de la mayoría de los argentinos?

¿Acaso quieren los señores del campo y los formadores de precios que solo puedan comer carne o tomar leche quienes puedan pagar los altos precios internacionales de estos? Por lo que opinan parece que así es.

¿Quieren que comamos pasto igual que las vacas que cada día, a costa de la soja, son menos en nuestro país?

¿Quieren que sigamos pagando el pato de su fiesta?

Deberían saber que los tiempos de la pizza con champagne se acabaron y que la mayoría de los argentinos no queremos volver a ellos.

Hoy estamos comenzando a transitar los tiempos de una real distribución de la riqueza, basada y fortalecida en la participación popular, y solo va a haber pato en el menú si todos estamos invitados a la boda.

Mariano Marini
Barrios de Pie La Plata, Berisso y Ensenada