Hacia la Democracia Participativa


PROTAGONISMO POPULAR PARA UNA ARGENTINA QUE CAMBIA

“No hay nada capaz de detener a un pueblo
que tiene plena conciencia de sus derechos”
Evita

La Democracia Participativa constituye una de las columnas fundamentales para la construcción del Proyecto Nacional del siglo XXI en el que estamos empeñados.
Los defensores del neoliberalismo desecharon a la democracia como valor esencial e ineludible de la organización social. De ahí que, sin demasiadas contradicciones, se permitieran apoyarse para la aplicación del modelo neoliberal en una dictadura feroz como la iniciada en 1976. No sólo eso, también contribuyeron decididamente a la degradación del régimen constitucional subsiguiente haciendo de la corrupción, la traición a las promesas electorales y la compra de voluntades elementos “naturales” de la vida política, de manera obscena y evidente.
La participación popular en la toma de decisiones de cualquier índole ha sido combatida con vehemencia y perseverancia, limitándola, en el mejor de los casos, a la construcción de mercado electoral una vez cada dos años.
Sin embargo, los estallidos populares de fines de los noventa, la insurrección de 2001, el proceso asambleario y la emergencia de nuevas organizaciones sociales, las multisectoriales en defensa del agua, la experiencia de Gualeguaychú, entre otras, dejaron claro que mansedumbre y pasividad no son calificativos que el pueblo argentino esté dispuesto a asumir como propios tan fácilmente.
En estas reservas de voluntad protagónica de nuestro pueblo radica la potencialidad de construcción de la Democracia Participativa. Una democracia que implica el autodesarrollo y la autogestión popular en todos los aspectos de la vida social.
Dos actores son imprescindibles en este proyecto: el Estado, en todos sus niveles y ramas, y el Pueblo, no sólo en tanto ciudadanos individuales sino también en tanto sujeto colectivo organizado en pos de intereses comunes.
Es tarea ineludible de estos actores construir los ámbitos adecuados para la participación y la toma de decisiones; tener en cuenta la cultura organizativa del pueblo y sus opiniones; hacer de los problemas más sentidos por la comunidad el punto de partida de la participación democrática; garantizar la autonomía de la sociedad civil, la socialización de la información y la transparencia administrativa. Es menester dotar al pueblo de la capacidad de elegir y controlar a quienes lo representan y es un desafío para la dirigencia política gobernar CON el pueblo y no sobre él.
Solo desde estos presupuestos puede abordarse la búsqueda de la solución real a los problemas que padecen las mayorías, producto de la exclusión y la injusticia social impuestas por el neoliberalismo. En este camino, es necesario asumir una visión integral de la problemática, dejando de lado las políticas focalizadas y de falso “combate a la pobreza” que el Estado implementó bajo una matriz conceptual inherente a las ideas neoliberales. De lo que se trata, en definitiva, es de superar la exclusión y la injusticia social potenciando al mismo tiempo el desarrollo de ciudadanas y ciudadanos formados en la solidaridad y en el ejercicio pleno de sus derechos democráticos.

Pablo Crisóstomo